(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital
de TAL CUAL el día 24 de enero del 2018)
Hay dos
cosas que en Venezuela se regalan durante todo el año, sea o no Navidad. Una es
la gasolina. Aun cuando haya una aparente venta, en realidad se trata de un regalo,
pues lo que se entrega como contrapartida por haber recibido un tanque lleno de
gasolina es una cantidad de unidades monetarias que no sirve absolutamente para
nada. Con 500 bolívares no se puede comprar ni un caramelo. Nada de nada. Así que,
en la práctica, se trata de un regalo se que se le entrega a todos los poseedores
de carros, motos, camiones o autobuses, es decir, más o menos a la mitad de la
población.
La otra cosa
que se regala generosamente en este país son los dólares. Entregar dólares a 10
bolívares a ciertas personas naturales o jurídicas es hacerles un regalo sabroso
y generoso. Con diez bolívares no se compra nada de nada, excepto un dólar.
Pero ese regalo, a diferencia de la gasolina regalada, no es para todo los que
se interesen en recibir ese regalo. Es solo para unos pocos elegidos y bienaventurados.
La gasolina
se regala porque se supone que tiene que ser un bien abundante en un país petrolero.
Pero ese es un supuesto erróneo. Parte de la gasolina, o de los insumos necesarios
para producir gasolina, son importados, y nada de lo importado es nunca tan abundante
como para ser regalado. Y Pdvsa está produciendo cada vez menos petróleo y, por
lo tanto, los subproductos del petróleo son cada más escasos en el país. Y como
producir un litro de gasolina - con algunos insumos nacionales y con otros importados
- tiene un costo que no es barato, regalar la gasolina, o venderla casi regalada,
tiene un costo para el país que alguien tiene que pagar. No hay gasolina
gratis. Seguir con ese regalo es una de las causas, pero no la única, de la
ruina en que se encuentra hoy en día no solo la industria petrolera sino el país
en su conjunto. Porque como el Banco Central tiene que pasarle grandes cantidades
de bolívares a Pdva cada mes, sin recibir dólares a cambio, entonces eso se convierte
en un chorro de nueva liquidez que hay que lanzar a la circulación y que acelera
la inflación en el conjunto del país. Por esa vía la gasolina barata termina saliendo
cara.
Con los
dólares regalados a 10 bolívares, la cosa es diferente. Nadie en su sano juicio
supone que los dólares son abundantes. Ya hace rato que son sumamente escasos.
Y los bienes escasos son caros en todas partes del mundo. Si se regalan o se venden
muy baratos, a un precio meramente simbólico, entonces alguien tiene que pagar
la cuenta. Al entregar dólares baratos, el Banco Central se abstiene de recoger
bolívares, como se hacía tradicionalmente con la venta de esas divisas.
Sencillamente los entrega cuasi regalados, o con una contraprestación meramente
simbólica. Pero el que realiza importaciones con esos dólares cuasi regalados
no regala, a su vez, los bienes importados, sino que los vende tan caros como
se pueda. Obtiene una ganancia colosal, a costa de todos los venezolanos que
compran finalmente esos bienes importados, que son los que terminan pagando el
regalo recibido por unos pocos.
Los regalos
de Santa, tan comunes en la época navideña, aun cuando sean caros, terminan
siendo más baratos que la gasolina y los dólares que generosamente regala el gobierno.
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