(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 31 de enero
de 2017)
¿Por qué los
ciudadanos de un país aceptan - a cambio de su trabajo o a cambio de sus mercancías
- las monedas y billetes de curso legal que imperan en dicho país? ¿Porque tienen
respaldo en oro? No. Eso es un mito. Casi ninguna moneda tiene respaldo en oro,
ni tampoco en dólares, ni en ninguna cosa parecida.
La verdad
verdadera es que la gente acepta la moneda de curso legal -llámese peso, bolívar,
sol, o como sea – porque tiene sospechas fundadas de que el resto de la
población también aceptará esas monedas o billetes a cambio de sus propios
bienes o servicios. En otras palabras, cada uno acepta esas monedas o billetes
porque supone que otros agentes económicos también lo harán, y si todos la aceptan
dentro de una determinada comunidad, entonces esos billetes y monedas podrán
cambiar de manos, o circular de mano en mano, cumpliendo uno de los requisitos fundamentales
que un activo necesita para ser considerado dinero: tener aceptabilidad general.
Si algún ciudadano
creyera que nadie le va a recibir esas monedas o billetes a cambio de las mercancías
que él necesita comprar, entonces este ciudadano tampoco las recibiría a cambio
de la entrega de sus propias mercancías o de su propio trabajo.
Armados de estos
conceptos, reflexionemos sobre qué es posible que pase con el petro. Dentro del
país es posible que algunos ciudadanos se sientan tentados a aceptar los
petros, pues es mejor tener petros que no tener nada. Es probable que les
propongan la entrega de petros como forma de pago de prestaciones, o de pago por
facturas atrasadas, o por pago de amortizaciones y servicios de deudas anteriores,
etc. Quien reciba aquello tratará de comprar con esos petros otros bienes y servicios
que necesita. ¿Le aceptarán los petros en los mercados internos? Probablemente
si, pues con ellos probablemente se podrán pagar impuestos y cancelar otras deudas
que se tengan con el Estado. Puede que se los acepten con ciertas rebajas o
descuentos con respecto a su valor nominal, pero algo es algo. Estos petros -
si son aceptados en forma más o menos generalizada - pasarán a funcionar casi como
si fueran dinero. El Gobierno y el BCV
los emitirán por un lado, y los recibirán por otro, y en el medio se podrán hacer
ciertas transacciones de bienes y servicios con ellos. Quizás la única ganancia
que se logre con todo esto sea que el Gobierno podrá decir al final del día que
no ha emitido dinero - y publicar estadísticas en que la cantidad de dinero efectivamente
no ha aumentado tanto como hubiera sido si hubiera tenido que emitir dinero
propiamente tal - pero como todo el mundo sabe lo que pasa, nadie se engaña,
con excepción quizás del propio gobierno. Así concebidos los petros no serán
sino un bono gubernamental emitido en moneda interna - de circulación un poco
obligatoria y un poco voluntaria- cuyo
precio real podrá fluctuar en el mercado y dejar algunas ganancias en manos de los especuladores locales.
En el mercado
internacional la cosa es más complicada, pero de ello conversaremos en un
próximo artículo.
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