(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL MUNDO ECONOMÍA Y
NEGOCIOS el día 21 de abril d 2017)
Perú, al
igual que Chile, es un país que tiene firmado y en pleno y normal
funcionamiento, un Tratado de Libre Comercio con China. Como consecuencia, en
alta medida, de ese tratado, China se ha convertido en el primer país de
destino de las exportaciones peruanas, superando en ese campo a Estados Unidos.
En el año
2010, cuando se puso en vigencia el tratado, Perú exportaba a China mercancías
por un monto de 5.810 millones de dólares. En el año recién pasado, 2016, esas
ventas se habían elevado a 8.920 millones de dólares, a pesar de las
situaciones de bajos precios que ha enfrentado el cobre, que es uno de los
productos estrella en las ventas externas de Perú.
Las
importaciones desde China, a su vez, que sumaban 5.140 millones de dólares en
el 2010, alcanzaron los 8.235 millones de dólares en el 2016. Se trata, por lo
tanto, de un comercio creciente y de un intercambio que es ligeramente
favorable a Perú.
Podríamos
agregar que no se trata de un comercio centrado en muy pocas mercancías, sino
que se presenta una gran diversificación de las ventas peruanas, aun cuando el
cobre y los minerales metalíferos tienen una ponderación elevada en las
exportaciones de Perú, tanto hacia China como hacia al mundo. Un aspecto
importante de subrayar es que, gracias a los TLC, se trata de un comercio con
normas conocidas, estables, transparentes, y válidas para todos los agentes del
comercio internacional.
Venezuela
tiene también un nivel elevado de comercio con China. Las ventas a dicho país
no superan todavía las ventas venezolanas a Estados Unidos, pero China ha
devenido en el segundo socio de Venezuela como país de destino de sus
exportaciones.
Pero las
ventas a China han pasado de 6.698 millones de dólares en 2010, a 5.499
millones de dólares en el 2016, presentando valores superiores a los 14 mil
millones de dólares en el 2012. El 93 % de las ventas venezolanas a China, en
el año 2016, están constituidas por petróleo y sus derivados. Esa alta
dependencia del comercio bilateral con respecto a los vaivenes de un solo
producto, explica las grandes variaciones que han experimentado las ventas de
Venezuela a China. Pero eso también implica que las ventas a China tienen una
alta connotación de negocios de gobierno a gobierno, con poca o nula presencia
de los agentes económicos privados.
Otra de las
grandes diferencias de Venezuela con respecto a casos como los de Chile y Perú,
es que en estos últimos casos el comercio está presidido por normas conocidas y
estables- que han sido negociadas por los gobiernos- en base a las cuales todos
los agentes privados pueden planificar sus compras y sus ventas a mediano y
largo plazo. No se trata de normas poco transparentes, negociadas cada año,
para abordar en cada caso situaciones puntuales. Los agentes económicos
privados venezolanos pueden indudablemente hacer negociaciones de venta o de
compra de mercancías desde o hacia China, pero con horizontes mucho más
limitados. Se trata de operaciones puntuales que aparecen como rentables en un
momento del tiempo, pero sin seguridad de que las normas que imperan se
mantendrán en el mediano plazo. Se trata, en definitiva, de formas de insertarse
en el mercado internacional que no han demostrado su eficacia en el mundo
contemporáneo.
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