(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 12 de Noviembre
de 2013.)
El SICAD es
el reino de la incertidumbre. Es incierto el monto de los dólares a los cuales
se puede acceder por este mecanismo. Es incierto el momento en que podrás
disponer de los dólares que te asignen. Es incierto el precio de los dólares
que recibas, y es incierto el mecanismo mismo, pues nunca se sabe si el sorteo
te beneficiará o no. En esas condiciones no sirve de mucho para llevar adelante
una planificación ordenada del proceso ni de importaciones ni de exportaciones.
Los
importadores no pueden comprar mercancías en el exterior y decirle al proveedor
que le pagarán siempre y cuando salgan sorteados en la próxima subasta del
Sicad y siempre y cuando la cantidad asignada se corresponda con la deuda que
se acumule. Casi nadie puede en el
mercado internacional comprar o vender nada si no tiene alguna seguridad
respecto al monto y al momento en que recibirán el pago correspondiente. Si la
compra ha sido aceptada por Cadivi, los dólares que se logren por la vía del
SICAD pueden compensar en algo la deuda acumulada, pero sería un verdadero milagro
que la asignación por vía del SICAD se
corresponda plenamente con la deuda de CADIVI. Sin embargo, entre concursar a
los fondos SICAD y no concursar, más vale concursar. Nunca están de más esos
dólares asignados, pero nadie puede pensar que se puede a partir de esas
asignaciones planificar las importaciones
normales y fluidas que el país necesita realizar. En otras palabras, el
SICAD no es ni puede ser la columna vertebral del acceso a las divisas para
efectos de financiar las importaciones venezolanas.
La gran
empresa venezolana que es parte de una gran empresa trasnacional puede resistir
esta situación en mejor forma que las empresas medianas o pequeñas. Tienen más
músculo financiero como para acumular deudas en algún punto de la cadena de
producción o de comercialización y tiene mayor control del mercado como para
compensarse vía precios una vez que los dólares fluyan. Pero la empresa importadora, mediana o pequeña,
con proveedores independientes, no tiene la misma capacidad de resistencia. En
otras palabras, la actual política de comercio exterior y de acceso a las
divisas, es una política que beneficia a la gran empresa y que fomenta la concentración
del poder económico.
En materia
de exportaciones no petroleras la situación es similar. No hay ningún producto
manufacturero – y ni siquiera agrícola o minero- que no tenga algún componente
importado. Si no hay un acceso seguro, fluido y transparente a las divisas necesarias
para importar esos insumos o materias primas, no hay producción, y si no hay
producción no hay exportación. Nadie puede salir al mercado internacional a
ofrecer una mercancía que será producida siempre y cuando la empresa salga
sorteada en una próxima subasta del SICAD y pueda por lo tanto adquirir los
insumos importados que necesita. Nadie puede vender en esa forma. El comprador
internacional necesita seguridad en las cantidades disponibles y en las fechas
de entrega. Solo puede exportar el que tiene un volumen muy grande de materias
primas o insumos en bodega, o el que tiene la suerte de que Cadivi le apruebe
con regularidad las peticiones que se le formulan. Los demás, en el mejor de
los casos, pueden exportar a borbotones, en la medida en que vayan accediendo a
las divisas, lo cual es una forma de insertarse en los circuitos del comercio
internacional contemporáneo que no asegura éxito alguno.
La
incertidumbre o el azar - o el dejar el acceso a las divisas sujeto a la suerte
del acreedor en subastas o loterías
administrativas - no es un mecanismo con el cual se pueda operar en serio en el
campo del comercio internacional.
sergio-arancibia.blogspot.com
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