viernes, 29 de noviembre de 2013

PRECIO DE COSTO Y PRECIO DE REPOSICION

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 22 de Noviembre de 2013)


Es una verdad de Perogrullo que cuando se cabalga sobre una inflación cercana o superior al 50% anual, el precio de todos los bienes y servicios aumentan en forma sistemática a lo largo de un tiempo relativamente corto. Cinco o más por ciento al mes - como fue el nivel del IPC del mes de octubre recién pasado - implica un incremento de precios superior al 1 % semanal. Ese incremento de precios afecta no solo a los bienes y servicios finales - que van a ser adquiridos por los consumidores - sino que afecta también a los insumos y materias primas que van a ser adquiridos por los empresarios para producir las mercancías que finalmente van a satisfacer las necesidades de los consumidores.
Si un empresario  compró materias primas, insumos y trabajo humano por un valor total de 100, para producir bienes que se venden en 110, se puede decir - con algunos supuestos simplificadores -  que sus costos son 100 y que obtiene una ganancia de 10. Este hipotético empresario puede, en circunstancias normales, carentes de inflación, quedarse con los 10 - destinarlos a su propio consumo y el de su familia - y destinar los otros 100 que obtuvo de la venta de sus mercancías a reiniciar el proceso productivo. Puede volver a comprar materias primas, insumos y trabajo por valor de 100, y volver a producir mercancías  que se pueden vender en el mercado por un precio de 110. Pero si todo esto sucede en tiempos de inflación - por ejemplo, si estamos frente a una inflación de 10 % - el empresario que vende en 110, no puede quedarse con 10 de ganancia y volver a adquirir todo lo que necesita para producir con los 100 restantes.  Mientas él producía y vendía, los precios de las materias primas, insumos y del propio trabajo, subió a 110. Con los 110 que obtuvo no le alcanza para reeditar su proceso productivo en las mismas condiciones que antes. Si quiere seguir consumiendo- él y su familia - por valor de 10 - tiene que destinar solo 100 a la reproducción de su actividad productiva. Con esos 100 solo puede producir aproximadamente el 90 % de lo que producía anteriormente. La inflación, en este eventual escenario, no solo  genera baja de la producción, sino que genera una manifiesta descapitalización del empresario y, posiblemente, un despido de algunos de sus operarios.  
Una posibilidad distinta es que este hipotético empresario - aun cuando no tenga una bola de cristal - visualice lo que sucederá con los precios en el futuro cercano, y para poder seguir en el negocio en que ha estado siempre, decida vender en 120 los primeros bienes y servicios producidos, no ya en 110. Con 120 puede volver a  comprar los mismos insumos que antes, que tendrán ahora un costo en el mercado de 110, y puede seguir produciendo y vendiendo la misma cantidad de mercancías. Pero esto implica que no vende de acuerdo a sus costos históricos, sino que vende de acuerdo al eventual costo de reposición, con lo cual la inflación se generaliza y se acelera, dando  un brinco superior al inicial. Además, contablemente, este empresario aparecerá obteniendo una ganancia de 20 %, pues tiene costos de 100 y vende en 120, lo cual parece altamente especulativo. Si la expectativa de inflación fuera mayor que la mencionada, el incremento de los precios en función del costo de reposición sería mayor aun. Es decir, la expectativa respecto a  los precios futuros determina o condiciona los precios presentes.
 Otro escenario posible es que el gobierno les asegure a los empresarios que sus costos seguirán en 100, o subirán levemente, con lo cual no habría razón alguna como para que nadie suba sus precios a  120, a menos, claro está, que nadie le crea al gobierno sus promesas o sus planes. Si el gobierno diera señales claras, sensatas y creíbles, avaladas por medidas coherentes y sistémicas de política económica, podría generar una matriz de opinión en el sentido de que los precios no subirán, y eso podría ser un elemento poderoso para lograr que efectivamente no suban. Pero si la liquidez monetaria crece en más del 50% anual y las devaluaciones del bolivar se suceden una a otra en forma encubierta o disfrazada, y si el déficit fiscal crece en forma sostenida, sobre todo en época electoral, y el presupuesto fiscal es un juego de política ficción, es posible que cunda la incertidumbre y la desconfianza y más de alguien piense que los precios van a seguir subiendo.

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FIJAR LA TASA DE GANANCIA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 18 de Noviembre de 2013.)

Supongamos que la ganancia de una empresa está constituida por  todo el ingreso que ésta obtiene por concepto de ventas, menos todos los costos en que incurrió para producir las mercancías. Supongamos además, que la tasa de ganancia es la relación entre esa ganancia, así definida, y el total de los costos.
Dos productos exactamente iguales -por ejemplo, dos canillas de pan tal como las que se venden en el común de las panaderías del país – producidas por dos panaderías diferentes, no tienen exactamente los mismos costos. Si seguimos con este ejemplo del pan, los locales en que se producen y se venden esos panes no tienen el mismo costo por concepto de alquiler. Eso depende de la zona de la ciudad donde se ubique cada panadería y del estado del edificio. Además, si una panadería vende 1.000 canillas al día y la otra vende 2.000 canillas al día, el costo de cada canilla no es el mismo en cada panadería, pues en la medida en que la cantidad producida aumenta, el costo del producto suele disminuir. Es lo que los economistas llaman las economías de escala. A mayor escala de producción  menores costos unitarios, pues los costos fijos se reparten entre una cantidad mayor de unidades producidas. A todo eso se puede agregar el hecho de que la maquinaria y equipo que emplea una y otra panadería pueden haber sido comprados en momentos diferentes del tiempo, con costos diferentes, con calidades y productividades diferentes, con vida útil diferente y por lo tanto, con montos de depreciación anual diferentes.
Todo eso lleva a que producir una canilla en dos panaderías diferentes de Caracas puede tener costos diferentes. Si a ese costo, en cada panadería, se le agrega una determinada tasa de ganancia - por ejemplo de 20 % en cada caso - se tiene que llegar necesariamente, a precios de venta diferentes. Cada canilla tendría que venderse a un precio diferente en cada panadería de Caracas, para lograr que la tasa de ganancia sea la misma en todas ellas. Los cálculos que habría que hacer para calcular los costos en cada panadería serían largos y complicados, sobre todo teniendo en cuenta que las panaderías en Caracas deben ser varios cientos. Controlar, después, que cada panadería venda efectivamente su respectiva canilla al precio que resulte de ese cálculo de los costos más la tasa de ganancia fijada por igual para todas, sería igualmente una tarea bastante complicada. Se necesitaría un funcionario de Indepabis, por lo menos en cada panadería.
Eso sucedería así con cada mercancía para la cual hay más de una empresa en el país.  Si las empresas productoras de un bien  son, por decir algo, tres o cuatro, es casi seguro que entre ellas habrán diferencias de costos, aun cuando el producto generado sea casi exactamente igual de una empresa a otra.  Imponerles una tasa igual de ganancia a todas ellas implicaría que productos muy parecidos, casi iguales, se vendan por precios diferentes dependiendo de quién los produjo. Sucedería así con los zapatos, con el trigo, con la mantequilla, con el arroz, etc. 
Ahora, si entre las mercancías que son producidas por varias empresas al mismo tiempo– parecidas entre si pero no exactamente iguales- hay manifiestas diferencias de calidad, además de las diferencias de costos, entonces imponerles  a todos los productos la misma tasa de ganancia implica darles una clara señal a todos los empresarios en el sentido de que la mayor calidad no es una situación que reciba premios en el mercado, y que es mucho mejor -  y mucho menos complicado - homologarse todos por abajo, con la empresa menos productiva, de mayores costos y de menores calidades, pues de todas maneras, todos obtendrán la misma tasa de ganancia, e incluso puede que la ganancia bruta aumente, si es que los costos aumentan y la tasa de ganancia se mantiene.
Sería interesante preguntarse si todo este tremendo enredo y la consiguiente burocracia y corrupción que se generaría ayudaría en algo al sufrido pueblo consumidor del pan nuestro de cada día. 
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martes, 12 de noviembre de 2013

EL SICAD NO SIRVE PERO ENTRETIENE.

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 12 de Noviembre de 2013.)


El SICAD es el reino de la incertidumbre. Es incierto el monto de los dólares a los cuales se puede acceder por este mecanismo. Es incierto el momento en que podrás disponer de los dólares que te asignen. Es incierto el precio de los dólares que recibas, y es incierto el mecanismo mismo, pues nunca se sabe si el sorteo te beneficiará o no. En esas condiciones no sirve de mucho para llevar adelante una planificación ordenada del proceso ni de importaciones ni de exportaciones.
Los importadores no pueden comprar mercancías en el exterior y decirle al proveedor que le pagarán siempre y cuando salgan sorteados en la próxima subasta del Sicad y siempre y cuando la cantidad asignada se corresponda con la deuda que se acumule.  Casi nadie puede en el mercado internacional comprar o vender nada si no tiene alguna seguridad respecto al monto y al momento en que recibirán el pago correspondiente. Si la compra ha sido aceptada por Cadivi, los dólares que se logren por la vía del SICAD pueden compensar en algo la deuda acumulada, pero sería un verdadero milagro que la asignación  por vía del SICAD se corresponda plenamente con la deuda de CADIVI. Sin embargo, entre concursar a los fondos SICAD y no concursar, más vale concursar. Nunca están de más esos dólares asignados, pero nadie puede pensar que se puede a partir de esas asignaciones planificar las importaciones  normales y fluidas que el país necesita realizar. En otras palabras, el SICAD no es ni puede ser la columna vertebral del acceso a las divisas para efectos de financiar las importaciones venezolanas.
La gran empresa venezolana que es parte de una gran empresa trasnacional puede resistir esta situación en mejor forma que las empresas medianas o pequeñas. Tienen más músculo financiero como para acumular deudas en algún punto de la cadena de producción o de comercialización y tiene mayor control del mercado como para compensarse vía precios una vez que los dólares fluyan.  Pero la empresa importadora, mediana o pequeña, con proveedores independientes, no tiene la misma capacidad de resistencia. En otras palabras, la actual política de comercio exterior y de acceso a las divisas, es una política que beneficia a la gran empresa y que fomenta la concentración del poder económico.
En materia de exportaciones no petroleras la situación es similar. No hay ningún producto manufacturero – y ni siquiera agrícola o minero- que no tenga algún componente importado. Si no hay un acceso seguro, fluido y transparente a las divisas necesarias para importar esos insumos o materias primas, no hay producción, y si no hay producción no hay exportación. Nadie puede salir al mercado internacional a ofrecer una mercancía que será producida siempre y cuando la empresa salga sorteada en una próxima subasta del SICAD y pueda por lo tanto adquirir los insumos importados que necesita. Nadie puede vender en esa forma. El comprador internacional necesita seguridad en las cantidades disponibles y en las fechas de entrega. Solo puede exportar el que tiene un volumen muy grande de materias primas o insumos en bodega, o el que tiene la suerte de que Cadivi le apruebe con regularidad las peticiones que se le formulan. Los demás, en el mejor de los casos, pueden exportar a borbotones, en la medida en que vayan accediendo a las divisas, lo cual es una forma de insertarse en los circuitos del comercio internacional contemporáneo que no asegura éxito alguno.  
La incertidumbre o el azar - o el dejar el acceso a las divisas sujeto a la suerte del acreedor en subastas  o loterías administrativas - no es un mecanismo con el cual se pueda operar en serio en el campo del comercio internacional.   

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viernes, 8 de noviembre de 2013

EL DOLAR TURISTA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 8 de Noviembre de 2013.)


El último invento de este Gobierno en materia de política cambiaria es el dólar-turista. En pocas palabras, se trata de autorizar a los turistas extranjeros a que cambien una determinada cantidad de dólares a un precio un poco más elevado que el tipo de cambio oficial actual, y en una cantidad mayor de puntos de venta disponibles en lugares de fácil acceso por parte del visitante internacional, como aeropuertos y hoteles.
Se trata, sin lugar a dudas, de una medida bastante desesperada para poder captar los pocos dólares que traen los turistas y que actualmente terminan quedando en manos de cambistas particulares. Con esta medida, es dable esperar, por lo menos, que  los turistas cambien en el aeropuerto lo necesario para el taxi - sin temor a ser apresados por estar violando la ley - hasta que no se pongan en contacto con sus amigos o compañeros de trabajo. No será mucho, por lo tanto, lo que recaudará por esta vía. No hay que hacerse muchas ilusiones. Además, la cantidad de turistas de verdad-verdad que llegan a Venezuela son cada vez menos, aun cuando las cifras estén aumentadas por el turismo político, compuesto por ciudadanos muy desconocidos en sus países de origen que viajan invitados por Venezuela a todo tipo de eventos, seminarios y celebraciones. Esos no solo no dejan nada, sino que salen bastante caros. Son parte de los costos que hay que pagar por mantener buenas relaciones públicas.
Una cosa que no se entiende, en todo caso, es la cuota que le han puesto a cada turista, que se supone es de 10 mil dólares. Si este quiere gastar durante su estadía una cantidad mayor, no puede hacer el cambio correspondiente en las oficinas de cambio que le ofrecerá el Estado venezolano, sino que tiene que entenderse con los cambistas particulares, o tiene que limitar sus ansias consumistas, pues puede generar una mala imagen en el público local.   
Estas medidas no significarán nada muy importante en términos de mayores  dólares para las escuálidas arcas del Banco Central, ni atraerán más turistas a las costas de Venezuela. El turismo no consiste en vender naturaleza, sino en vender servicios para que el turista pueda disfrutar de la naturaleza. Y vender servicios exige infraestructura hotelera; seguridad personal; buena locomoción; carreteras transitables; aviones con horarios que se respeten; tipo de cambio conveniente y competitivo con las múltiples ofertas que existen del mismo servicio en el Caribe y en el mundo; agua potable; playas no contaminadas; luz eléctrica las 24 horas del día; acceso a los bienes esenciales; trato amable en los aeropuertos, etc.
Y aun cuando logren recaudar unos cuantos dólares más - ya sea por mayor cantidad de turistas, o por mayores operaciones de cambio de dólares de los mismos - eso no significará nada en términos de los problemas actuales de Venezuela en materia de disponibilidad de dólares y de financiamiento de su comercio exterior. Se trata, en última instancia de medidas puramente efectistas. Los problemas de fondo en materia de comercio exterior dicen relación con el deterioro y falta de productividad de la industria petrolera, con la ausencia de una política de promoción de las exportaciones no petroleras, con el nivel elevadísimo de la tasa riesgo país y, por lo tanto, del elevado costo del endeudamiento externo, con la subvención estatal al turismo externo, con la fuga astronómica de capitales, con la ineficiencia estatal en los procesos de compra y procura internacional, y con la corrupción en la compra de bienes y servicios en el exterior. Nada de eso parece estar en vías de solución.
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viernes, 1 de noviembre de 2013

PARAGUAY NO ESTA QUIETO EN EL MERCOSUR

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 1 de Noviembre 2013.)


Acaba de suceder algo muy extraño en la diplomacia regional: en declaraciones realizadas en el contexto de la visita del Presidente Cartes, de Paraguay, a Montevideo - y de sus entrevistas con el Presidente Mujica, de Uruguay - se supo que Paraguay representará al Mercosur en las negociaciones con la Unión Europea.
Esta situación es doblemente extraña. Por un lado, por el hecho de que Venezuela - que tiene la Presidencia pro tempore de ese bloque sub regional latinoamericano -  no sea quien encabece esa negociación. La dejaron por fuera. En segundo lugar, ni siquiera tuvo Venezuela el honor de actuar como vocero del grupo, para dar a conocer la noticia de que se había nombrado a otro país para ese objetivo concreto. La noticia la dieron Mujica y Cartes. El pequeño Paraguay - que le infringió a Venezuela una de las humillaciones diplomáticas más grandes que se conozcan en la diplomacia regional, vetando durante años su ingreso al Mercosur - sigue en alguna medida, en la actualidad, causándole problemas a una Venezuela que tiene hoy en día menos peso continental que antaño.
 Como en la diplomacia las cosas no se hacen al azar, cualquiera está autorizado a reflexionar sobre cual es el significado exacto de los hechos que relatamos.
Una hipótesis interpretativa es que los países del Mercosur están deseosos de darle a Paraguay algún tipo de satisfacción por la expulsión de que fue objeto tiempo atrás.  Para darle algún tipo de compensación frente a las ofensas e injusticias pasadas, y para que vuelva en gloria y majestad al seno del Mercosur, se le da esa responsabilidad de encabezar la negociación con Europa.
La otra interpretación posible es que los países del Mercosur saben que Venezuela no tiene ningún interés en suscribir- ni individual ni colectivamente -un tratado de libre comercio con la Unión Europea, y no pueden por lo tanto ponerla a encabezar esas negociaciones, pues sería apostar claramente por su fracaso.
Una tercera línea interpretativa es que Mercosur - ya conseguido el acceso privilegiado al mercado venezolano - se enfrenta cara a cara a sus viejos problemas de aislamiento internacional y les busca solución por las únicas vías posibles, sin prestar mucha atención al ideologismo con que Venezuela lleva adelante su política comercial internacional.
Pero independientemente de estos aspectos diplomáticos, cabe también preguntarse, al calor de estos acontecimientos, cual es la real posibilidad de que el conjunto del Mercosur termine firmando un TLC con la Unión Europea. Todo parece indicar  que como grupo es casi imposible que todos firmen un acuerdo que establezca, para todos por igual, nuevos deberes y derechos comerciales. La tozudez de algunos imposibilitaría una figura de esa naturaleza. Pero se abre la posibilidad más realista, de que un TLC entre Mercosur y la UE establezca ritmos y velocidades distintas en el proceso de integración para cada uno de los países firmantes, desde una velocidad cercana a cero para Venezuela, hasta velocidades más alta para el resto de los países. Esa parece ser una alternativa que permitiría alcanzar objetivos concretos y satisfactorios para todos y cada uno en ese proceso de negociación. Pero aun aceptando esta posibilidad formal sigue abierta la duda sobre si es posible que Mercosur y la UE avancen hacia una situación de libre comercio. Una vez más, el problema central para un acuerdo de esa naturaleza son los productos agropecuarios. Europa, acostumbrada durante años a subsidiar bajo diferentes mecanismos a su producción agropecuaria, no ve con buenos ojos abrir sus mercados a los cereales, los lácteos y las carnes provenientes de esta parte del planeta.
La Unión Europea se encuentra en estos momentos inserta en tres procesos de negociación comercial de gran trascendencia internacional. Por un lado negocia con Estados Unidos, lo que se ha denominado el Pacto Transatlántico, el cual generaría un  área de libre comercio entre esas dos gigantescas zonas geográficas, económicas y demográficas del planeta, con inmensa significación política y económica. Pero negocia también con Japón e intenta negociar con el Mercosur, pues el eventual acuerdo con Estados Unidos no implica que la vieja Europa vaya a dejar de competir comercialmente con USA en cada rincón del planeta donde pueda hacerlo. Frente a esos inmensos reacomodos de la geografía económica mundial que están en curso, Mercosur no quiere quedarse fuera. Solo Venezuela hace doctrina de su aislamiento. 

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