viernes, 14 de diciembre de 2012

LAS TECNOLÓGICAS NO SON HERMANITAS DE LA CARIDAD.



(Artículo de Sergio Arancibia publicado en ELMUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 14 de Diciembre de 2012.)


En el campo del comercio internacional siempre ha existido el problema de la sobre o de la sub facturación, como mecanismos utilizados por las empresas para intentar evadir impuestos. El proceso es bastante simple: cuando las empresas trasnacionales tienen  filiales o sucursales  en diferentes países -y hacen transacciones entre varias de ellas – tienen grados de libertad en cuanto a decidir donde radicar el grueso de sus ganancias. 
Puede suceder que una empresa A, localizada en un país X,  le compre bienes y servicios a una empresa B, localizada en el país Y. Eso es lo normal y corriente en el mundo contemporáneo. Pero puede suceder, además, que A y B pertenezcan a un misma empresa trasnacional, con lo cual la cosa se complica, pues las transacciones entre A y B  ya no son realizadas o contabilizadas  a precios propiamente de mercado, sino que son meras traslaciones al interior de una misma empresa, que se contabilizan al precio que la casa matriz determine.
El precio que B le cobre a A por los bienes y servicios que le entrega no es una cuestión que la decida el mercado, sino que es una cuestión que la deciden los mandos superiores de la trasnacional, de acuerdo a como convenga a los intereses globales del grupo. Si los precios que cobra B son artificialmente bajos, entonces las ganancias de A no solo serán artificialmente más grandes, sino que serán ganancias que aparecerán y que tributarán en el país X, y no en el país Y. Si los precios que B le cobra a A son artificialmente altos, entonces las ganancias  - y los tributos - se acumularán en l empresa B y en el país Y, con gran dolor tributario para el país X.
Obviamente, a la empresa trasnacional lo que le interesa es incrementar las ganancias que quedan después de pagar tributos, razón por la cual tratarán de hacer aparecer las ganancias allí donde los tributos sean lo más bajos posibles.       
Frente a este problema -  que no es nuevo, sino que es tan viejo como el hilo negro - los países han respondido asumiendo la potestad de fijar precios en aduana a los bienes y servicios que por allí circulan, de modo de evitar la sobre o la subfacturación. Para una gran cantidad de las mercancías que se transan en los mercados mundiales existen precios de referencia a nivel internacional. Hay muchas empresas a nivel planetario que producen y exportan un mismo bien o un mismo tipo de bien, y es enteramente posible recabar información sobre los precios que imperan en esas múltiples operaciones. Cualquier empresa que venda o compre muy por encima de esos precios de referencia llama inmediatamente la atención y puede ser objeto de una valoración aduanera distinta a que intentaba hacer aparecer.  Para muchos productos incluso hay bolsas o sub mercados internacionales donde se transan esos bienes y de donde sale diariamente un precio de referencia internacional. Eso sucede habitualmente con muchos productos mineros y alimenticios.
El problema se complica, sin embargo, cuando no hay precio de referencia alguno a nivel internacional para un determinado producto, pues se trata de bienes nuevos, recién lanzados al mercado, o de bienes antiguos que salen al mercado periódicamente con cualidades distintas y más avanzadas, y que son producidos - con esas nuevas  cualidades tecnológicas- por una sola empresa a nivel planetario.  Ese es el caso de las grandes empresas trasnacionales del campo de la tecnología de la información  y las comunicaciones. Es muy difícil para un país determinar si el precio que una empresa B le cobra a una empresa A - por una nueva tableta o de un nuevo tipo de celular recién salido al mercado mundial -  es muy elevado o muy barato. Y en ese campo, cada pieza del bien final se produce muchas veces en varios países diferentes, se arma y se embala en otro país distinto a los anteriores, se vende íntegramente a unas pocas empresas encargadas de las ventas internacionales ubicadas en otros países o en otros continente, y desde allí se vende a cada país donde es posible conseguir consumidores para dicho producto. ¿Cómo fijar el precio justo en cada una de esas transacciones o intercambios, cuando todos los eslabones son manejados por un mismo mando central? 
Curiosamente este no es solo un problema que enfrenta sólo a los países desarrollados con los países en desarrollo, sino que es un problema de los propios países desarrollados entre sí, pues mientras las norma tributarias no sean iguales en todos lados, las empresas trasnacionales trasladarán sus ganancias hacia donde la tributación sea menor, sin consideración alguna a su país de origen ni a simpatías de ninguna especie. Los países europeos – y España con particular énfasis-  comienzan a enfrentar este problema que muestra el lado no tan generoso ni tan positivo de las empresas líderes en el campo tecnológico mundial.

No hay comentarios:

Publicar un comentario