(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 14 de Diciembre de 2012.)
El Presidente de Ecuador, Rafael Correa, hizo durante la reciente cumbre del Mercosur, realizada en Brasil, unas importantes declaraciones o reflexiones que constituyen una sabia lección de buena teoría económica. Hablando sobre la posibilidad de que Ecuador ingrese al Mercosur como socio de pleno derecho - igualando el reciente paso en esa dirección dado por Bolivia - el Presidente ecuatoriano hizo ver que la dolarización que impera en su país se convierte en una dificultad a la hora de dar pasos integracionistas como el que se le proponen.
La dolarización – o en otras palabras, el no tener moneda nacional, sino que asumir el dólar como moneda de libre circulación en la economía interna- hace que el país no tenga la posibilidad de modificar el tipo de cambio cuando su situación de balanza de pagos se enfrente o se aproxime a una situación de desequilibrio o de crisis.
El común de los países que tienen moneda propia – como es el caso de todos los países de la América del Sur, excepto Ecuador- pueden devaluar su moneda nacional cuando el nivel de sus importaciones es muy elevado, y quieren por lo tanto desincentivar las compras realizadas en el exterior. También están en la posibilidad de revaluar la moneda cuando se quiera incentivar las importaciones, situación que puede suceder cuando, por ejemplo, se quiere combatir una tendencia inflacionaria ocasionada por una abundancia de liquidez interna.
DECISIONES
Devaluar o revaluar la moneda son, así, decisiones de política económica que están disponibles en el arsenal de medidas a disposición de los gobernantes. Por lo general, en todo caso, las decisiones en ese campo no operan por la vía directa de imponer un valor a la moneda norteamericana, sino que por la vía más sutil de comprar o vender dólares por parte de de un agente tan importante como lo es el Banco Central de cada país, para efectos de que la oferta o la demanda respectiva incidan en el precio de la divisa. Pero en un caso como el ecuatoriano las cosas no suceden así. No hay moneda nacional. Todo es dólar. Entonces, en caso de un desajuste no deseado en la balanza de pagos, la más importante herramienta de política económica que queda en manos de los gobernantes es la herramienta propiamente comercial, es decir, aumentar o reducir las tasas arancelarias, para subir o bajar los precios de los productos importados. Pero la incorporación al Mercosur implicaría no sólo comprometer al país en una política de cero arancel con un grupo importante de países. Implicaría, además, asumir el compromiso de establecer un arancel externo común, aplicable a los productos originarios de fuera del bloque, lo cual implica, en la práctica, que las tarifas arancelarias dejarían de estar disponibles como una herramienta de política económica posible de emplear por parte de los gobernantes. La modificación eventual de los aranceles pasaría a ser, en estas circunstancias, una posibilidad subordinada a las decisiones de un grupo de países y de gobernantes, cada uno de los cuales defenderán en su momento, tal como corresponde, sus respectivos intereses nacionales. El Ecuador, como miembro del Mercosur, quedaría así, en alta medida, atado de manos, pues no podría utilizar, cuando lo necesite, ni la política cambiaria, debido la dolarización, ni tampoco la política arancelaria, por los acuerdos del bloque subregional.
INTEGRACIÓN
Este no es solo un problema de Ecuador. Es un problema general con el que se enfrentan los procesos de integración en nuestra América. El adoptar un arancel externo común se convierte en una camisa de fuerza que impide abrirse hacia el libre comercio con otros países o grupos de países de fuera del bloque, al mismo tiempo que en una renuncia a hacer uso de la herramienta arancelaria como instrumento de política económica, lo cual implica asumir una situación de indefensión anticipada, gratuita y sin reciprocidad frente a las muchas vicisitudes de la política y de la economía internacional.
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