Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA
Y NEGOCIIS el día 11 de Febrero de 2015.
¿CON EL PETROLEO A 100…. QUE PASARIA?
Para convencer a cualquier venezolano de que el país está pasando por una tremenda crisis no es
necesario hacer mucho esfuerzo ni
abundar en muchos razonamientos. El 80 % de los venezolanos la sienten en carne
propia. No les alcanza el salario, los precios suben, la producción baja, los
bienes escasean, hay que hacer colas para conseguir lo que antes se conseguía
sin esfuerzo, no se puede salir del país, florece el mercado negro. Se vive
peor que en cualquier otro momento del presente siglo. Pero al mismo tiempo, se
difunde la idea de que la raíz de todos estos problemas es la baja en los precios
del petróleo. El precio del petróleo bajó a la mitad, o menos aun, y por eso
los ingresos del país y de todos sus ciudadanos bajaron a la mitad.
Es como si a un trabajador cualquiera
le bajan de repente su salario a la mitad, sin derecho a pataleo. Tiene que apretarse
el cinturón. Pobre Maduro, le toco bailar con la fea. Ni él tiene la culpa ni
tampoco su antecesor en la Presidencia de la República. Todo es culpa del mercado
petrolero.
Todo ese razonamiento tiene el tremendo atractivo que
siempre acompaña a las ideas simples, que evitan tener que estar pensando y
recordando. Ahí ya se cuenta con una idea fácil de digerir, de memorizar y de
repetir. Pero desgraciadamente es una idea falsa. Y con las ideas falsas se
pueden hacer muchas cosas, pero no sirven para construir a partir de ellas un programa
de acción que sea útil para solucionar los problemas que enfrenta el país.
La baja en los precios del petróleo apareció en el horizonte
de Venezuela y de los demás países petroleros de este mundo más o menos a mitad
del año pasado. Es decir, hace aproximadamente 8 meses atrás. Antes de eso el
precio del petróleo bordaba los 100 dólares por barril y hubo incluso momentos
estelares en que subió más arriba aun. Y en el país había la misma ineficiencia
en el aparro del estado, la misma baja de la producción y de la productividad
en las empresas públicas y privadas, los mismo niveles de corrupción, el mismo
despilfarro de las finanzas públicas, la misma inseguridad y la misma
generación rápida de algunos pocos nuevos ricos.
Con el sistema de “ordeno y mando” que impuso el Presidente
Chávez y que el Presidente Maduro intenta continuar, la administración pública,
desde los mismos ministros para abajo, no tiene ninguna capacidad de tomar decisiones
sobre nada, ni de discutir las instrucciones que reciben, por descabelladas que
sean. La continuidad en el cargo de cualquier
funcionario no depende de que piense adecuadamente sobre cómo solucionar los
problemas que le toca enfrentar, sino de su capacidad para repetir hacia abajo las
consignas oficiales, y de trasmitir hacia
arriba una cantidad de resultados fantasiosos. Se genera si una burocracia
pública lenta, ineficiente, temerosa y sumamente abultada. Para conseguir
insumos y materias primas importadas las empresas públicas y privadas tienen
que depender de la buena voluntad de ciertos funcionarios públicos que dominan
el acceso a las divisas y que tienen el poder de decidir a quién le asignan la posibilidad
de importar y a quien se la niegan. Imposible con ese sistema planificar las
compras internacionales, ni la producción nacional, ni ganar competitividad, ni abastecer fluidamente
al mercado nacional o extranjero. La propiedad
de la tierra no está asegurada para los agricultores, ni la propiedad de locales
y mercancías está asegurada para los comerciantes, ni la propiedad de las
viviendas está asegurada para sus propietarios. Eso tiene que afectar
necesariamente la producción agropecuaria y la actividad de la construcción y
del comercio. El Banco Central no tiene capacidad de luchar contra la inflación
pues recibe órdenes de financiar al Gobierno y a las empresas públicas
deficitarias, echando a la circulación millones de bolívares sin respaldo
alguno. Toda la economía está llena de controles sobre los que se produce, lo
que se importa, sobre los precios de venta, sobre las tasas de interés, los salarios,
las tasas de ganancia, la movilización de las mercancías, etc. Y junto a los controles va siempre unida una
cuota importante de corrupción. Hay subsidios absolutamente ineficaces y
precios internos artificialmente más bajos que los precios de los países
vecinos, con lo cual se fomenta el contrabando de extracción. A lo anterior se
agrega una Contraloría, un Parlamento y una Justicia que hacen poco o nulo uso
de la capacidad contralora e investigativa que les corresponde.
Con petróleo caro o barato, todo aquello seguiría igual: la
sobredosis de controles; la ineficacia de los subsidios; la irracionalidad de
los tipos de cambio múltiples; el rol de PDVSA como una caja chica paralela del
Gobierno, que gasta en lo que se ocurre; la incapacidad del Banco Central para
luchar contra la inflación; la fantasía con que se construye el presupuesto anual
de la nación, las instituciones que no funcionan. Ojala el precio del petróleo
suba, para que los venezolanos no la pasemos tan mal. Pero el problema de fondo
es y seguirá siendo, cómo se administra lo mucho o lo poco que el mercado petrolero
nos proporcione y como se incrementa con otros eventuales rubros de producción
nacional.
sergio-arancibia.blogspot.com
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