(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 15 Abril de 2014.)
La famosa
guerra económica - que despierta tanto heroísmo dormido en la mente de ministros
y altos funcionarios del gobierno – no tiene, desgraciadamente, ni contendores,
ni armas, ni campo de batalla.
Dado que la economía venezolana depende en tan
alta medida de la venta internacional del petróleo, todo enemigo que quiera
guerrear contra Venezuela debería empezar por allí. Se trata del talón de
Aquiles de la economía venezolana. Pero, ¿se ha sabido de algún comprador tradicional
que se haya negado a comprar, en lo que va corrido del presente año, dejando a
la empresa productora venezolana como novia de pueblo? ¿O de algún comprador que
habiendo comprado, se niegue a pagar? ¿O tal vez Estados Unidos se negó a
seguir comprando petróleo venezolano? ¿O alguien intentó que los barcos que transportan
petróleo venezolano no pudieran surcar los mares, para impedir que esa mercancía
llegara a su destino? ¿O algún tribunal de algún país enemigo embargó los
barcos y el petróleo venezolano por ellos transportados? ¿O embargaron las
cuentas de la empresa petrolera venezolana en los numerosos bancos del exterior
donde tiene sus depósitos? ¿O alguien voló o bombardeó unos cuantos pozos petroleros
para paralizar la producción? No pasó nada de ello. Si hubo guerra económica,
el enemigo parece ser bastante bobo, pues no hizo nada de lo que se espera de
un enemigo convencional. Si no se produce y se vende más petróleo no es por
obra y gracia de ningún enemigo interno o externo, sino únicamente gracias a la
incapacidad de la actual gerencia petrolera para aumentar la producción desde
hace ya bastantes años a esta parte, a pesar de postular que tienen una de las
mayores reservas de petróleo del mundo. En otras palabras, esos generales están
peleando solos y van perdiendo.
Veamos que
pasó con las importaciones, que tan importantes son para que la gente coma y
para que la industria y el comercio funcionen.
Es cierto que las compras externas están restringidas y que los
importadores no pueden traer las mercancías que traían tradicionalmente. Pero nadie
en su sano juicio piensa que asumen esa actitud por considerarse disciplinados
soldados de la causa antichavista. No realizan importaciones por la sencilla
razón de que el Gobierno y el BCV no les dan acceso a las divisas. Tampoco nadie
piensa que los proveedores del exterior no quieren venderle nada a Venezuela pues
son una banda de complotadores internacionales a los cuales solo les interesa
tumbar a Maduro. Lo que no quieren es seguir vendiendo al fiado, pero si
hubiera plata constante y sonante venderían cualquier cosa. Además, hoy en día
para cualquier mercancía hay decenas de buenos proveedores internacionales,
deseosos cada uno de competir y de quitarle los clientes al otro. Así que el problema
no es de los importadores ni de los proveedores internacionales, sino que es
del BCV. El que quiera buscar enemigos
tenebrosos desarrollando una guerra silenciosa y encubierta, que busque por
allí.
No hay afortunadamente
guerra económica alguna, por lo menos ninguna en la cual estén comprometidos
los agentes que corrientemente se relacionan comercialmente con Venezuela. Si
la hubiera las consecuencias serían trágicas para el país y para todos sus
habitantes, pues Venezuela es hoy en día
extraordinariamente vulnerable en sus relaciones económicas con el exterior.
Desde el punto de vista de sus exportaciones depende como nunca antes en su
historia de un solo producto, el petróleo, y sus ventas no están suficientemente
diversificadas en cuanto a los mercados hacia donde se canalizan. Por otro
lado, la sobrevivencia diaria de los habitantes de Venezuela depende en alta
medida de las importaciones de alimentos. Ni la alta dependencia del petróleo, ni
la incapacidad para aumentar su producción, ni la carencia de dólares, ni el
bajo nivel de las reservas internacionales, ni la incapacidad del agro para producir alimentos
son consecuencias de guerra alguna. El
único responsable de todos los sucesos económicos que agobian hoy en día a
Venezuela es el propio gobierno, que pelea solo y se da tiros en el pie.
Hablar de guerra
económica tiene como objetivo ocultar la culpabilidad del gobierno en relación a
sus propios errores económicos – es decir, tratar de echarle la culpa a alguien
- y tratar de aglutinar fuerzas, sobre todo militares, al lado del gobierno supuestamente
agredido. Pero si, en la realidad de las cosas, alguna guerra económica está en pleno
desarrollo, esa no sería otra que la guerra que le han declarado al pueblo
aquellos que detentan en Venezuela la totalidad
del poder político, económico e institucional.
sergio-arancibia.blogspot.com
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