(Articulo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 12 de Julio 2013)
Panamá acaba de concluir la discusión de un Tratado de Libre Comercio con Colombia y se espera que la firma del mismo tenga lugar en un futuro cercano. Ese acuerdo no fue fácil, pues Panamá levantaba dos grandes problemas ante la eventualidad del libre comercio con Colombia. Por un lado, la defensa del sector pecuario, que aun cuando pequeño, es un sector importante dentro de la estructura productiva panameña. Era importante para Panamá tomar previsiones para proteger su producción interna de carne y leche y todo parece indicar que los negociadores de ambos países llegaron a acuerdos mutuamente satisfactorios sobre ese asunto. El segundo problema dice relación con la zona libre de Colon, que es el puerto que mueve más mercancías en toda América Latina. La inmensa mayoría, sino la totalidad de ellas, son mercancías en tránsito, provenientes de otros países, y que son reembarcadas hacia terceros países después de ser objeto de transformaciones muy modestas -tales como embalaje o armado - o incluso sin ninguno de esos procesos. Los certificados de origen de esos bienes se convertían en un problema serio en las negociaciones bilaterales, pues es difícil que esas mercancías puedan ser calificadas como panameñas - y como tales gozar de las concesiones que se establezcan en el eventual tratado de libre comercio.
Con la eventual firma de este TLC entre Panamá y Colombia se despeja uno de los requisitos que la Alianza del Pacífico – conformada originalmente por Chile, Perú Colombia y México- le han puesto a los nuevos socios que quieran incorporarse a dicho bloque. Ese requisito dice relación con la necesidad de que cada país socio tenga tratados de libre comercio firmados con el resto de los países miembros, de modo que todos puedan ser parte de la red global que ellos conforman. En esa medida, es dable pensar que antes de fin de año la Alianza del Pacífico tendrá ya dos nuevos socios de pleno derecho: Costa Rica y Panamá, con lo cual ese bloque crecerá en importancia política y en peso económico y comercial.
APERTURA
El hecho de que la Alianza del Pacífico no tenga entre sus planes convertirse en una unión aduanera, es decir, no pretenda imponer a todos sus miembros un arancel externo común, deja a abierta para cada país la posibilidad de que cada uno establezca libremente otros convenios comerciales con diferentes países o bloques existentes en la región o en cualquier otra parte de mundo. Se trata, en definitiva de un bloque de países abiertos hacia la economía mundial, que buscan unirse precisamente para potenciar y negociar de conjunto nuevas y más profundas vinculaciones con otras regiones del planeta, y en ningún caso unirse solo para encerrase en sus fronteras económicas colectivas, como sucede hoy en día con el Mercosur.
Cabe destacar que Panamá es, en alta medida, una economía productora y exportadora de servicios. Por un lado está el servicio de unir al Océano Atlántico y al Pacífico por medio del Canal de Panamá, lo cual permite a los barcos ahorrar tiempo y dinero y le genera importantes rentas al país sede. A ello se suma el servicio portuario, con los puertos de Colon y de Balboa, que son los dos puertos que más mercancías mueven en toda América Latina y el Caribe. Allí se concentran muchos de los bienes procedentes del Asia, que después se canalizan hacia diferentes países de la región. También hay que mencionar el rol de Panamá como asiento de un sector financiero internacional donde se dan cita los bancos más importantes de este planeta. En el campo del transporte aéreo, de personas y mercancías, también Panamá a logrado consolidarse como un punto de tránsito importante, gracias a su capacidad de prestar servicios aeroportuarios de primer nivel.
Las negociaciones entre Colombia y Panamá - y la probable incorporación de este último a la Alianza del Pacífico - le dan a este bloque un carácter muy plural, pues coexistirán en su seno países grandes y países chicos, países exportadores de manufactura s, de bienes primarios o de servicios, países dolarizados y países con moneda propia. El común denominador sin embargo, de todos ellos, será y seguirá siendo el hecho de ser países que se abren en forma negociada y planificada hacia las corrientes del comercio internacional contemporáneo.
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