(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 23 de Julio
2012.)
El modelo de
industrialización por sustitución de importaciones – también conocido como el
modelo de industrialización hacia adentro- presidió el desarrollo económico de
Venezuela durante por lo menos 40 años. Aun cuando durante todo ese período se
sucedieron en la Presidencia de la República hombres de diferentes signos políticos,
todos respetaban lo que era un cierto acuerdo explicito o implícito en términos
de los derroteros básicos por donde debía transitar el país.
Cuando el
Presidente Perez, en su segundo mandato, quiso introducir grandes virajes en la
orientación económica del país cometió el grave error de no hacer todo lo
posible por lograr los consensos políticos y ciudadanos básicos que se
necesitan para llevar adelante cualquier cambio relevante en los horizontes de
un país. Se confió en que su partido era
lo suficientemente fuerte y lo respaldaba en tan alta medida, que con eso
bastaba y sobraba para llevar adelante los cambios que él visualizaba como
necesarios. Uno podría polemizar hasta la consumación de los siglos sobre si
esos cambios eran necesarios y/o si eran técnicamente viables o no, pero lo
cierto es que no se lograron los consensos necesarios como para que esos
cambios gozaran del suficiente apoyo ciudadano. El resto de la historia es
conocida.
El
Presidente Chávez cometió el mismo error anterior, más otros que le fueron
propios. Supuso que los grandes cambios en la estructura económica y/o en la
superestructura política se podían hacer y sostener gracias a la
desorganización social y política que imperaban en la ciudadanía y gracias a la
fuerza o la prepotencia que se desplegaba desde el Ejecutivo. Pero la búsqueda
de consensos políticos - que pasan necesariamente por los contactos, los
diálogos y los acuerdos - no sólo no se consideraba necesaria, sino que era visualizada
como una trasgresión de los principios revolucionarios y como una muestra de
debilidad con el enemigo.
El segundo
error, ya propiamente chavista, fue caminar hacia atrás. Tratar de imponer un
modelo de centralismo, estatismo y caudillismo que estaba ya en franco retroceso
en todo el planeta Tierra - aun cuando habían existido en Venezuela y en el
mundo, ciertos periodos, ya remotos, en que un modelo de esas características había
servido para el desarrollo institucional y económico de algunos países - pero
que el siglo XXI se mostraba claramente como
un modelo incapaz de potenciar las fuerzas productivas con que contaba la
nación venezolana. El fracaso de ese modelo en su versión chavista no se
manifestó en un retroceso con respecto a los niveles productivos que exhibía
Venezuela al principio de ese mandato presidencial, sino en un desaprovechar en
forma clara y manifiesta las inmensas oportunidades que se presentaron en el
siglo XXI para el desarrollo social y económico de Venezuela gracias a los
elevados precios del petróleo.
Ahora que ha
pasado el período de la abundancia y del derroche - y se entra en el periodo de
la escasez - la única forma en que el país puede consolidar o llevar adelante reformas
que perduren es por la vía de sumar apoyos sociales, políticos e institucionales
a una matriz de funcionamiento que sea viable y sostenible y que asegure el crecimiento y la modernidad de la nación
venezolana. Nada de eso se puede hacer sino por la vía del dialogo y de los
acuerdos. No se puede seguir pensando - ni a un lado ni al otro de la calle -
que conversar y llegar a acuerdos con el adversario, es una muestra de cobardía
o de debilidad, ni seguir pensando que con la fuerza propia basta y sobra para
hacer cualquier cosa.
Mientras el
gobierno colombiano conversa con las FARC, y Estados Unidos inicia conversaciones
con los talibanes afganos, y los gobiernos centroamericanos hacen acuerdos con
las maras, no es posible que algunos venezolanos sigan despreciando el camino
del dialogo y de los acuerdos. Acuerdos sobre cómo darle continuidad a la política
social, y sobre cómo darle eficiencia y modernidad a la industria petrolera;
sobre cómo darle estabilidad y justicia a la agricultura venezolana, y sobre
como promover exportaciones; sobre cómo darle educación de buena calidad a
todos los jóvenes del país y sobre cómo darle seguridad a todas las calles y
barrios de Venezuela; sobre como abrirse a la economía internacional y sobre
como generar una nueva industrialización basada en la competitividad y la
innovación. Sin acuerdos, sobre estos temas - y sobre muchos otros - no hay posibilidad alguna de llevar adelante cambios
trascendentes y durables. Y sin acuerdos trascendentes el país camina hacia un
abismo.
sergio-arancibia.blogspot.com
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