(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 2 de
noviembre de 2017)
Las noticias
internacionales han traído la información de que el FMI se prepara, con discreción,
para atender a una eventual solicitud de crédito que le plantee Venezuela, por
un monto que alcanzaría los 30 mil millones de dólares.
El FMI está
para eso: para prestar fondos a países que presentan situaciones críticas en materia
de balanza de pagos, o dicho en otras palabras, para apoyar a los países miembros
que no pueden llevar adelante sus pagos por concepto de importaciones, deudas y
otros compromisos externos, con la cantidad normal de ingresos de que dispone
el país. A diferencia del Banco Mundial, o de la CAF, o del BID, que prestan
fondos para financiar proyectos específicos de inversión, el FMI se concentra
en este otro tipo de problemas que suelen enfrentar los países.
El FMI no es
una institución de caridad internacional, pero sus tasas de interés son sustantivamente
más bajas que las que imperan en el sistema financiero internacional, sobre
todo para un país como el nuestro que tiene una alta tasa de riesgo país. Conseguir
fondos con el FMI sería, por lo tanto, para Venezuela, más barato y más viable.
Además, llegar a un acuerdo de crédito con el FMI se convierte en una buena
carta de presentación - aun cuando no en una garantía formal - ante los
acreedores internacionales, para que estos renegocien o refinancien la abultada
deuda externa que Venezuela mantiene con ellos.
Pero el FMI
coloca condiciones para prestar sus fondos. Se trata, por lo menos teóricamente,
de condiciones que aseguran al propio FMI y a las instituciones financieras
internacionales, de que el país deudor pondrá orden en sus finanzas y en su
economía y estará en un plazo prudencial en condiciones de pagar sus deudas. Es
decir, nadie presta para que la fiesta y el despilfarro continúen.
Entre las
condiciones más o menos convencionales que suele colocar el FMI se encuentra el
que el país incremente sus niveles de ahorro interno. En otras palabras, esto
significa que reduzca sus niveles de consumo y de inversión, lo cual pasa por
liberar precios y eliminar subsidios. Liberar precios no sería problema para
Venezuela, pues en la práctica los precios ya han sido liberados y el consumo
ha bajado drásticamente. Pero en materia de subsidios la cosa es más complicada,
pues la famosa bolsa Clap, en la cual descansa gruesa parte de la fortaleza política
del régimen, es difícil de eliminar.
Entre las
otras medidas que son tradicionales en la condicionalidad del FMI se encuentra el
limitar el déficit fiscal, el poner orden en la emisión monetaria y el unificar
y devaluar el tipo de cambio de la moneda nacional. Todas esas medidas son
difíciles de aceptar para un gobierno como el actual, pero en el desespero, en
la ignorancia, en la carencia de alternativas y en el deseo de conservar el
poder a cualquier precio, cualquier cosa puede suceder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario