Artículo de
Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 20 de Enero de 2015.
En Brasil Dilma
Roussef asumió nuevamente la Presidencia de la República, con lo cual el Partido
de los Trabajadores completará cuatro períodos presidenciales seguidos con uno
de sus militantes a cargo del poder ejecutivo de dicho país. En Uruguay las
cosas lucen más o menos parecidas, con la sola diferencia de que el Frente
Amplio sumará, con la nueva presidencia de Tavaré Vazquez, tres períodos
consecutivos en la más alta responsabilidad ejecutiva del país oriental. Pocos
analistas en la región piensan, sin embargo, que la reelección de los mismo
partidos o de las mismas personas sea un anuncio de que van a seguir en marcha
más o menos las mismas políticas. Todo
anuncia que tendrán que venir cambios en ambos países.
En Brasil,
el año 2014 no cerró como con buenos resultados económicos. Con suerte el
crecimiento de dicho año bordeará el 0.15 % - algo bien parecido al
estancamiento -mientras que la inflación anual se calcula cercana al 6.3
%. La vieja fórmula populista de
potenciar el crecimiento por la vía de aumentar el déficit fiscal y dejar
crecer la inflación, no es una opción. Sería sencillamente una locura. Pero los
subsidios y la lucha contra la pobreza exigen gastos fiscales elevados que solo
pueden venir de crecimiento económico y/o de crecimiento de las exportaciones.
De allí que tanto el origen de sus males como el remedio para sus dolencias
económicas parece que debe buscarlos Brasil en el comercio y en las finanzas internacionales.
Brasil, a
principios de la presente década, vio como sus exportaciones saltaban de 152
mil millones de dólares en el 2009, a 201
mil millones en el año siguiente. 50 mil millones de dólares adicionales
en un año. Y en el año 2011 las exportaciones volvieron a subir, llegando a 256
mil millones de dólares. Otros 50 mil millones de dólares. A ello se suman
volúmenes altísimos de inversión extranjera directa que se volcaron sobre
Brasil. Así se puede hacer política social y al mismo tiempo política de inversión e incluso se puede ver
con optimismo la posibilidad de financiar un mundial de futbol. Se pueden financiar
importaciones, tanto para incrementar el consumo como para financiar bienes de
capital. De hecho las importaciones totales pasaron de 133 mil millones de
dólares en el año 2009 a 236 mil millones de dólares en el año 2011. Pero en el
2012 las exportaciones bajaron a 242 mil millones de dólares y prácticamente se
quedaron en ese nivel en el año 2013. Las importaciones, en cambio, tuvieron
una ligera baja en el 2012, cuando alcanzaron los 233 mil millones de dólares,
y volvieron a subir en el 2013, cuando sumaron 250 mil millones de dólares.
Obviamente esas tendencias no se pueden mantener a largo plazo, pues el déficit
en cuenta comercial se haría insostenible. Durante un par de años, o algo así,
se pueden financiar los déficit con disminución de reservas, pero el algún momento hay que hacer ajustes que impliquen
solucionar los problemas de fondo. Entre
esos problemas más sustantivos hay que priorizar el aumento de las
exportaciones lo cual, hoy en día, es una meta que no puede descansar exclusivamente en el crecimiento del
mercado chino y tampoco en la dinámica del Mercosur. Hay que mirar hacia la
Alianza del Pacifico y hacia el mercado europeo – venciendo o saltándose las
resistencia de Argentina - y no hay que
descansar únicamente en la soya, que tiene en estos momentos precios a la baja
en el mercado internacional. También entre los problemas sustantivos hay que
considerar el déficit fiscal - cuya
disminución es necesaria para frenar la presión sobre las importaciones - lo
cual no implica revertir los gastos sociales encaminados a luchar contra la
pobreza, pero sino detener su crecimiento.
Uruguay ha
gozado también del auge mundial de la soya y sus exportaciones han aumentado
desde los 5.400 millones de dólares en el año 2009, a los 9.155 millones de dólares en el año 2013. Sin embargo,
la tonelada mundial de soya – que tuvo
un precio de 475 dólares durante la
cosecha 2013-2014 - está presentando un
precio de 360 dólares en la cosecha 2014-2015.
Ese es un golpe duro para la economía uruguaya y para la economía brasileña,
con el agravante en el primer caso, de que Brasil es un comprador importante de
los productos distintos a la soya que exporta Uruguay, lo cual implica que este
país tiene que sufrir los embates de la crisis mundial de la soya, y los
embates de la crisis brasileña. Nuevamente, el país - y no solo el nuevo
gobierno, aun cuando no sea tan nuevo- tiene la obligación de abrirse hacia
nuevos mercados y hacia nuevos productos, lo cual obliga, entre otras cosas, a
repensar los compromisos intra Mercosur.
Sería
realmente insensato pensar que por que tenemos, arriba del escenario, los mismos
actores que hace algunos años atrás, el guión sigue siendo el mismo.
sergio-arancibia.blogspot.com
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